Ruy Pérez Tamayo acotó certeramente lo siguiente en un programa de tvunam: “Los actuales políticos están preocupados por las elecciones futuras y no existe ningún estadista que esté pensando en las generaciones futuras”.
Efectivamente no podemos poner la expectativa luminosa en el pensamiento de un actual político para que resuelva grandes retos que requiere el país. No es un político el que llevará a cabo esta tarea. No esta clase de político. Como en la iglesia no será tarea de ningún mesías venir a resolver los problemas de los creyentes. Es un asunto de todos y cada uno de nosotros. En otras palabras: cada quien tendrá que ser su propio mesías, su propio mensajero, investigar dentro de sí mismo qué es lo que anhela para sí y los prójimos.
La pugna, el revanchismo, la afrenta, la competitividad es lógico que proceda del capricho, de la codicia, de la ambición de poder. Todo eso se resume en griterío, en violencia sutil e hipócrita. Los candidatos simulan hasta el hartazgo rostros de paz inexistente, de buenas intenciones, pero no es cierto, sus rostros son una cáscara de la decadencia de un mundo que ya no puede ser posible. Todos quieren ser escuchados por lógica, todos quieren su oportunidad, pero en un mundo de guerra (porque las elecciones son eso: una guerra, sucia o más sucia porque no hay guerra limpia, la guerra en sí es inmunda) nadie escucha a nadie, todos quieren poseer la verdad y el triunfo electoral será de aquel que grite más fuerte o corrompa más gente o en efecto convenza a los millones de ciegos y sordos de tanto grito y propaganda, de tanta confrontación. En cambio cuando los seres han logrado la paz interior no discuten, ni gritan sino que escuchan, dialogan con la otra parte y resuelven. Esa es la propuesta de México Nación. Nuestros abuelos mexicas le llamaban Nonotzalistli al hermoso don y acto de platicar, razonar, dialogar.
Imaginen que hemos sido arrasados por una hecatombe de la naturaleza y que nos hemos quedado sin hogares, sin carros, sin electricidad, sin centros comerciales, sólo solos y con nosotros mismos, sin nuestras banderitas tricolores, blanquiazules, amarillitas o negras o moradas; solos y frente a nuestras miserias donde esa tragedia nos hace idénticos, no hay polancos, no hay tecamachalcos, ni los pinos ni tepitos ni las villas guadalupanas ni las del valle , ni perisures, ni satélites, sólo ruinas sobre ruinas, piénsense así porque así estamos. Debemos limpiar nuestras ruinas personales y construir juntos. Sé cuán difícil es esto. Hay millones de seres con intereses rancios por defender, posiciones y posesiones económicas envidiables entre ellos y tener paz para el bienestar de todos es algo que les interesa tanto como un pepino le interesa a un león. Su paz es su poder económico, político y el bienestar de los otros más bien les suena a malestar y en ello se afanan por mantenerlo con todo su poder y recursos inmorales. Los tiempos actuales les exigen un discurso nuevo, de moralidad y hasta de amor pero no les es propio hablar de ello, no son las bocas adecuadas para proferirlo. Requieren ese discurso para sobrevivir porque los parásitos eso hacen, se adecúan, se filtran, simulan y ya en el poder a sus anchas someten y siguen siendo aquellos hilachos de conciencia desnutrida con intenciones de seguir sometiendo y enriqueciéndose.
Efectivamente no podemos poner la expectativa luminosa en el pensamiento de un actual político para que resuelva grandes retos que requiere el país. No es un político el que llevará a cabo esta tarea. No esta clase de político. Como en la iglesia no será tarea de ningún mesías venir a resolver los problemas de los creyentes. Es un asunto de todos y cada uno de nosotros. En otras palabras: cada quien tendrá que ser su propio mesías, su propio mensajero, investigar dentro de sí mismo qué es lo que anhela para sí y los prójimos.
La pugna, el revanchismo, la afrenta, la competitividad es lógico que proceda del capricho, de la codicia, de la ambición de poder. Todo eso se resume en griterío, en violencia sutil e hipócrita. Los candidatos simulan hasta el hartazgo rostros de paz inexistente, de buenas intenciones, pero no es cierto, sus rostros son una cáscara de la decadencia de un mundo que ya no puede ser posible. Todos quieren ser escuchados por lógica, todos quieren su oportunidad, pero en un mundo de guerra (porque las elecciones son eso: una guerra, sucia o más sucia porque no hay guerra limpia, la guerra en sí es inmunda) nadie escucha a nadie, todos quieren poseer la verdad y el triunfo electoral será de aquel que grite más fuerte o corrompa más gente o en efecto convenza a los millones de ciegos y sordos de tanto grito y propaganda, de tanta confrontación. En cambio cuando los seres han logrado la paz interior no discuten, ni gritan sino que escuchan, dialogan con la otra parte y resuelven. Esa es la propuesta de México Nación. Nuestros abuelos mexicas le llamaban Nonotzalistli al hermoso don y acto de platicar, razonar, dialogar.
Imaginen que hemos sido arrasados por una hecatombe de la naturaleza y que nos hemos quedado sin hogares, sin carros, sin electricidad, sin centros comerciales, sólo solos y con nosotros mismos, sin nuestras banderitas tricolores, blanquiazules, amarillitas o negras o moradas; solos y frente a nuestras miserias donde esa tragedia nos hace idénticos, no hay polancos, no hay tecamachalcos, ni los pinos ni tepitos ni las villas guadalupanas ni las del valle , ni perisures, ni satélites, sólo ruinas sobre ruinas, piénsense así porque así estamos. Debemos limpiar nuestras ruinas personales y construir juntos. Sé cuán difícil es esto. Hay millones de seres con intereses rancios por defender, posiciones y posesiones económicas envidiables entre ellos y tener paz para el bienestar de todos es algo que les interesa tanto como un pepino le interesa a un león. Su paz es su poder económico, político y el bienestar de los otros más bien les suena a malestar y en ello se afanan por mantenerlo con todo su poder y recursos inmorales. Los tiempos actuales les exigen un discurso nuevo, de moralidad y hasta de amor pero no les es propio hablar de ello, no son las bocas adecuadas para proferirlo. Requieren ese discurso para sobrevivir porque los parásitos eso hacen, se adecúan, se filtran, simulan y ya en el poder a sus anchas someten y siguen siendo aquellos hilachos de conciencia desnutrida con intenciones de seguir sometiendo y enriqueciéndose.